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2022-09-24 10:39:19 By : Mr. Qida Guo

Negar a estas alturas el cambio climático es, como poco, ingenuo. De las consecuencias de sus efectos nos llevan hablando los expertos, años, y cada vez es más real la necesidad de actuar con premura. ¿Sabías que la alimentación también sufrirá las consecuencias? Los especialistas hablan de cinco posibles efectos: la aparición de bacterias, plagas, contaminantes o la deficiencia de micronutrientes.  Un futuro prometedor.

Si no actuamos, los expertos auguran un futuro incierto de la mano del cambio climático.  Y si hasta hace poco se hablaba exclusivamente de su impacto en la naturaleza, ahora parece que empezamos a ser conscientes de lo que  realmente significa: el mundo que conocíamos hasta ahora dejará de existir para dar lugar a un entorno más hostil en el que nuestra alimentación también notará su efecto.

Así lo confirma el centro tecnológico Ainia, que participa en la Red Nacional de Riesgos Emergentes de Aesan, «la seguridad alimentaria se va a ver afectada en las próximas décadas como consecuencia de la evolución del clima, dando lugar a la aparición de algunos riesgos emergentes relacionados con el acceso a los alimentos, su utilización, calidad nutricional y la estabilidad de precios, que podrían materializarse a partir de 2021″.

Para esta empresa, son cinco los posibles riesgos que aparecerán en un futuro próximo: los derivados de los peligros biológicos; los relacionados con la salud y bienestar animal; los contaminantes; los que afectan a la sanidad vegetal y los que influyen en la calidad nutricional de los alimentos.

Según Jose María Ferrer, responsable de Derecho Alimentario de AINIA, “estamos ante un escenario que en el medio-largo plazo (2021-2050) puede dar lugar a la aparición de algunos riesgos, por ejemplo, la aparición de las bacterias Vibrio en nuevos ecosistemas, como consecuencia del calentamiento de los océanos, en concreto el Vibrio spp. en productos del mar”. Además de bacterias, explica Ferrer, es probable que también proliferen agentes que afecten a la salud y el bienestar animal, y como ejemplos cita «el mosquito tigre (Aedes albopictus), los insectos tipo Culicoides imicola, el virus de la fiebre del valle del Rift, el virus de Peste des pequeños Rumiantes (PPR), los parásitos de lesmaniosis, el desarrollo de la enfermedad renal proliferativa en la trucha suiza o el estrés por calor en vacas lecheras suizas». Estos efectos, añade Jose María producirían «el consiguiente impacto económico en la producción agropecuaria y los riesgos asociados para la población».

Siguiendo la argumentación del especialista, las plagas o los parásitos podrían aumentar en Europa. Concretamente se refiere a «Xylella fastidiosa y su insecto vector; las moscas de la fruta, como la mosca mediterránea de la fruta (Ceratitis capitata) o la mosca del olivo (Bactrocera oleae)». No obstante, apunta que en este sentido, ya existen empresas y proyectos que comienzan a trabajar en esta dirección. «Como el Grupo Operativo Salud Olivar: desarrollo de estrategias innovadoras para el control de enfermedades endémicas y emergentes en olivo en España».

La aparición de todo lo anterior contribuiría a que se incrementara el número de toxinas producidas por estos organismos «como las floraciones de algas nocivas que pueden dan lugar a la proliferación de contaminantes nocivos en los alimentos». Y el exceso de emisiones de dióxido de carbono conllevaría, según el experto, a una reducción «del contenido nutricional de alimentos de primera necesidad a nivel mundial, de manera que de aquí a 2050 podría disminuir la concentración de nutrientes como el hierro y el cinc, pero también de proteínas en el trigo, el maíz, la soja y el arroz, entre otros productos”. Y añade «Si estos riesgos llegasen a materializarse, requeriría de una aceleración en las técnicas de fortificación de los alimentos para seguir ofreciendo dietas adecuadas a los requerimientos de la población”.

«Con la adopción de nuevas prácticas agrarias, a través del uso de tecnologías o del cambio de tipo de cultivo», responde. La prevención es otra de las herramientas. «Esta situación se debe abordar mediante sistemas de control preventivo que permitan que nos adelantemos a la aparición de riesgos emergentes en las áreas citadas, por ejemplo, llevar a cabo más controles, tanto en la fase primaria como en la de transformación de los productos agrícolas para controlar la presencia de ciertos contaminantes emergentes. El desarrollo de tecnologías predictivas que permitan identificar los factores previos a la aparición, o sensores con la sensibilidad suficiente para detectar la aparición cuando todavía es imperceptible al ojo humano, serían ejemplos de soluciones tecnológicas”.

Al margen de la aplicación de la tecnología, Ferrer señala «adaptar la aplicación de productos fitosanitarios a las condiciones climáticas y dar preferencia a los medios de control biológicos sobre el uso de fitosanitarios químicos».

Por último, la acción proactiva de las autoridades competentes y del sector primario es otra de las claves para la solución.

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